miércoles, 9 de noviembre de 2011

Sin soberania no hay democracia

La soberanía es un concepto clave en la sociedad política. Las premisas de que la soberanía por naturaleza no puede ser compartida y que sin soberanía no hay democracia, nos ponen en la pista de su verdadero significado. El principio de libertas de decisión, que se atribuye a la colectividad social de rango estatal, es hoy en día el rasgo fundamental y mas característico de la soberanía.

            Como ya se ha dicho, sin soberanía no puede haber derechos políticos ni por tanto democracia. Una sociedad sin soberanía no puede vivir en democracia; pues aquella resulta imprescindible para el ejercicio de los derechos humanos y de las libertades individuales y colectivos. O viceversa, si una sociedad no tiene reconocidos sus derechos humanos y políticos, ni puede ejercerlos, es porque no es soberanía.

            La falta de soberanía se evidencia en la incapacidad real que siempre tendrá la dependiente autonomía estatutaria para, en lo fundamental, dictar normas y legislar por si sola, así como la imposibilidad efectiva de decidir sobre los aspectos que hacen referencia a la existencia objetiva de la propia sociedad en materias decisivas: políticas, económicas, culturales, y sociales.

            El sistema jurídico para que sea realmente tal, tiene que ser completo y soberano. Es decir, constar de poderes legislativos, ejecutivo, administración de justicia y coercitivo, sin que falte ninguno de ellos, pues la más minima carencia impide el correcto funcionamiento del sistema, y con ello la soberanía y la estatalidad. “La soberanía compartida” es una demagogia, ya que la soberanía, para serlo, o es plena o no lo es.

            Entelequias como “la nacionalidad compartida” “doble nacionalidad” o “co soberanía”, podrán ser propuestas arbitradas por los dos Estados hoy administradores del territorio de Nabarra. Sin embargo, ni la doble nacionalidad ni tampoco la ciudadanía europea pueden dar solución al problema de la soberanía en una sociedad dominada, como Nabarra. La soberanía ciudadana, el sistema jurídico de Nabarra, su sociedad autodeterminada y su ordenamiento legal democrático exigen la existencia de su propio Estado.

            Sin soberanía no hay democracia y sin soberanía tampoco propiamente una sociedad, o lo que igual, que, aun existiendo esta, no es reconocida, es negada y ocultada. La soberanía es, quiérase o no, premisa fundamental de la sociedad democrática. Una sociedad para ser democrática tiene que ser soberana y por lo tanto no puede reconocer a otra sociedad como superior. Es la base e inicio de todos los derechos democráticos. Sin la misma no puede haber un sistema democrático.

            La representación de la soberanía únicamente la pueden ejercer los miembros de la propia sociedad, jamás de otra sociedad ajena. La soberanía como la libertad es intransmisible, imprescindible, inviolable, e inalienable. No es mas que la propia libertad que aporta en su concepto, sociedad y territorio, el poder uno y supremo de la soberanía, que no reconoce a nadie superior a si misma.

            La sociedad soberana determina y actúa siempre y exclusivamente por su propia voluntad, la orden que ella imparte  no esta influida o provocada por una voluntad superior a la de la colectividad misma, si no dada únicamente por aquella que quiera darla. La soberanía es una voluntad que no es, ni puede ser jamás, mandada por otra voluntad.

            La soberanía es, en si misma, un concepto positivo, racional y liberador, que se contrapone a lo negativo, como la violencia, la dominación y la invasión. Seria absurdo que la soberanía, o el soberanismo, pudieran ser equiparados a calificarlos infamantes o descarnio. Postular o reivindicar la soberanía, se halla nítidamente en el campo de los Derechos Humanos y de las libertades individuales y colectivas.

            Las soberanías se comunican entre si de igual a igual, no admiten una relación desigual, pues entonces una de ellas dejaría de ser soberana. Cuando un Estado es ocupado por otro, la soberanía del primero queda hibernada, no cedida ni anulada. El Estado dominado y su soberanía no se extinguen, sino que perviven en las relaciones culturales, lingüísticas, sociales y jurídicas de la sociedad dominada. Mientras exista la sociedad de la nación dominada esta mantiene en su seno y de forma aletargada y en potencia la soberanía de su propio Estado.

            El Estado es la personalización jurídica de la sociedad. La soberanía es la conjunción entre lo social y lo jurídico, entre la sociedad y el Estado. La soberanía  social se plasma en el supremo y constituyente poder jurídico de su Estado. De ahí el interés de los Estados gran-nacionales dominantes por asimilar a la sociedad del Estado dominado, mediante agresiones programadas como la eliminación de la organización jurídico-política de la nación dominada (nacionicidio o estatacidio).

            Un Estado dominador es el que ejerce la dominación sobre un territorio conquistado con violencia. La dominación implica una relación desigual entre el Estado dominante y el Estado dominado.

            Nabarra es hoy en día, una sociedad dominada y sin voz propia. La soberanía ciudadana se haya secuestrada fruto de la dominación permanente. En estas condiciones recuperar la palabra es comenzar a recuperar la libertad de nuestro amado pueblo-estado-nación, Nabarra.

Soberanía o subordinación







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