lunes, 7 de noviembre de 2011

No basta con Euskal Herria


Es muy penoso que, a pesar de los acontecimientos acumulados y de la experiencia conocida, se siga insistiendo en concebir la nación en base a importantes conocimientos culturales lingüísticos y populares, junto con estructuras institucionales y administrativas “foralizadas” pero viciadas desde su origen por ser el producto de la violenta colonización de los dos Estados extranjeros, España y Francia.
           
            Mientras no se reconozca la profunda, palpable y omnipresente nación Nabarra no hay nada que hacer. El Reino de España y la actual republica francesa lo tienen fácil. Seguirán tratándonos no como un conflicto entre naciones, sino problemas internos causados por el desquiciamiento de lo que ellos entienden un “sano regionalismo” o “particularismo identitario”. A una mala, aun les queda el recurso a un seudo federalismo cultural, para dar salida a unos supuestos derechos históricos de las naciones periféricas.

            En cambio, si descubrimos y asumimos la condición de que nos hallamos en una sociedad política, que tiene su propia estatalizad hibernada, los problemas que nos atenazan se solucionaran de forma ineludible por la vía en que realmente se plantean la resolución de los conflictos entre naciones dominantes y naciones dominadas, entre Estado gran-nacionales imperialistas y Estados ocupados.

            Seguir, con tozudez, la ingenua pretensión de repintar a la comunidad cultural de sociedad política, es un empeño inútil, como demuestra la experiencia y el saber que estamos ante un problema de naturaleza jurídico-política.

            Los puzzles y rompecabezas con las competencias institucionales de la constitución española, no conducen a nada, pues como ya se ha comprobado repetidamente son juegos que no modifican la actual situación de dominación. Al fin el estatutismo y el autonomismo consagran el estatus quo de sojuzgamiento, dependencia y marginación.

            La calculada formulación de estilo para diferenciar “navarros” y “vascos”, “nacionalistas” y “no nacionalistas”, o “vascos españoles” y “vasco franceses”, buscan la desintegración de la sociedad política, en beneficio de los Estados dominantes, español y francés. La ignorancia, fomentada comenzando por los sistemas educativos, es utilizada políticamente para seguir debilitando a la nación dominada, hasta conseguir su desaparición.

            Hasta ahora no se ha salido del espejo de la nación cultural, porque se confía únicamente en la lengua y en la cultura popular, ignorando la importancia que tiene la cultura política. Sin embargo, la sociedad política que conforma la nación, si es realmente integradora, plural e intercultural; es la que con naturalidad ejerce la constitucionalización de su sistema jurídico, garantía de los derechos ciudadanos y de la verdadera recuperación de su Estado soberano que la protege.

            Los partidos políticos, que se dicen mas o menos soberanistas, continúan sin asumir en sus idearios la verdadera cultura política de este pais Nabarra. Los mitos de los “estados vascos”, de la “voluntaria entrega”, del “pacto político” y de “los derechos históricos” no son hoy una cultura política, sino crueles falsedades y trágicos errores, a desenmascarar y rechazar, cuyo objetivo en la practica es la integración en el Estado español.

            La cultura de la sociedad política esta articulada en el acervo de la estatalizad de nabarra. Los actuales territorios llamados históricos, “zazpiak bat” o “seiak bat” Nabarra, Araba, Bizkaia, Guipuzkoa, Laburbi y Zuberoa, son divisiones forzadas de la territorialidad política de la Nabarra entera (      Nabarra osoa) Dichos territorios, ya desde antes de que se configuraran como tales, eran políticamente nabarros, y solo el proceso nacionicida, de sus sucesivas conquistas militares, quebró esta territorialidad.

            La centralidad, con todo lo que con lleva,y la legitimidad histórica de la soberanía nacional, se hallan en Nabarra entera. Es decir, estos territorios, al igual que la Nabarra reducida, tenían su propia centralidad nabarra, por lo que cuando quedaron bajo el dominio de otra centralidad ajena se convirtieron en periféricos, sometidos, dependientes, y marginales.

            En la geopolítica-histórica europea, la centralidad política pirenaica se halla en el Reino de Pamplona, después llamado de Nabarra. Los territorios con denominaciones propias, o estaban dentro de su centralidad nabarra o, violentamente arrancados de ella, eran sometidos a la dependencia de la centralidad de otro Estado extranjero. Pero, a pesar de ello, siempre han conservado su derecho inalienable a rehabilitarse en su propia estatalidad, que es la Nabarra.

            El desconocimiento del origen del problema impide darse cuenta de otro grave error, como el de intentar tapar el hueco de una denominación política mediante la utilización de una expresión cultural. Euskal Herria es un ámbito cultural que no obedece ni depende de delimitaciones territoriales, consecuencia de coyunturas políticas determinadas.

            La solución a este patético problema de saber cual es el nombre de la expresión política de nuestra necesidad de soberanía, libertad y democracia, por encima de las divisiones impuestas, solamente la podemos encontrar antes de la destrucción llevada a cabo sobre nuestro país entero: Nabarra, como expresión política de la voluntad de sus habitantes: Nabarra, como el Estado de todos los vascos.

            La libertad de poder llamar a las cosas por su nombre es un derecho de todos los seres humanos. Así, decir que el euskera es nuestra patria, no pasa de ser una hermosa metáfora, que tiene mucho sentido para incentivar la recuperación y defensa de la lengua propia, pero que también sirve a algunos para no incomodar a las partías invasoras que nos imponen sus derechos y sus lenguas, negando y ocultando nuestra Linguare Navarrorun y nuestra patria. La patria no es la lengua ya que esta es el medio de comunicación de una determinada sociedad y la patria, hablando con precisión, es el Estado propio, nuestra Nabarra.

Soberanía o subordinación.

           

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