500 DE INVASIÓN, 500 AÑOS DE MEMORIA.
Comunicado de la Federación de Entidades Vasco-Argentinas
El próximo 25 de julio, se cumplen 500 años de la invasión injustificada del
reino de Navarra por el reino de Castilla.
Pero la decisión de atacar Navarra fue un emprendimiento personal de Fernando
de Aragón, pues el pueblo y las Cortes castellanas habían perdido todo su peso
(hecho permanente después en la historia española).
Fernando II rey de Aragón y Sicilia, tras la conquista del reino nazarí de
Granada (1492) comenzó a titularse rey de “Las Españas”, pues entonces gobernaba
también el reino de Castilla, lo que hizo de forma definitiva tras recluir en
Tordesillas a su propia hija Juana “La Loca” en 1509, la verdadera reina de
Castilla tras la muerte de su madre Isabel I “la Católica” acaecida en 1504,
todo ello pese a contar Fernando con la oposición de la nobleza castellana.
Tras la muerte de Isabel I “la Católica”, Fernando II de Aragón se casó con
Germana de Foix, pariente de los reyes navarros, hermana del rey consorte Gastón
de Foix muerto en abril de 1512, poco antes de la invasión, pero que no poseía
derechos sobre el reino navarro, pues los derechos sobre la Corona Navarra eran
de su mujer Leonor (en Navarra nunca hubo “Ley Sálica” de origen franco que
impedía heredar a las mujeres). Fernando II de Aragón tenía, por tanto, la
pretensión de conquistar y asentar después la corona Navarra mediante un hijo
con Germana de Foix que justificara su invasión y la continuidad de la corona
ante los navarros.
Fernando II de Aragón será conocido por los historiadores navarros como “el
Falsario”, ya que para justificar la invasión española del Estado de Navarra, no
dudó mandar falsificar varias bulas papales (él era analfabeto), con las cuales
pretendía excomulgar a los reyes de Navarra. El 17 de julio de 1512 ya había
mandado falsificar un supuesto Tratado de Blois, por el que se les atribuía a
Francia y Navarra acuerdos perniciosos contra Castilla; el Tratado realmente se
firmó un día después, el 18 de julio, y en él, Navarra se mostraba neutral ante
una posible guerra entre las poderosas Castilla y Francia.
El clérigo Miguel Ulzurrun, fue el autor del falso Tratado de Blois, luego
compensado tras la ocupación militar del reino con la alcaldía de Pamplona. Con
estas falsificaciones, Fernando “el Falsario”, preparaba al mundo para aceptar
la invasión militar del reino de Navarra y la posterior represión contra su
población.
La invasión comenzó con una mentira más: Fernando II de Aragón se alió con su
yerno Enrique VIII de Inglaterra prometiendo ayudar a los ingleses a recuperar
la Guyena, que era como llamaban entonces a la parte occidental de
Gascuña-Aquitania, la cual los ingleses habían perdido en el siglo XV tras la
Guerra de los Cien años contra Francia (finalizada en 1451), para lo que
solicitó el paso de sus tropas por Navarra al rey Juan de Albret o Labrit.
Juan de Albret no se fiaba de Fernando y se negó al paso a las tropas, en
realidad no le hacía falta, bien podían hacerlo a través de las tierras
invadidas de Alaba, La Rioja, Bizkaia, Gipuzkoa y las suyas de Aragón para
llegar a Aquitania.
Quedó en manos de Fadrique Álvarez de Toledo, duque de Alba, llevar a cabo la
invasión que salió de Agurain-Salvatierra (Alaba) el 19 de julio, pero en lugar
de utilizar la ruta que conducía a Aquitania como prometió a los ingleses, tomó
con su ejército Pamplona-Iruña el 25 de julio de 1512, sin previa declaración de
guerra, con ayuda de los naturales beamonteses.
Inmediatamente Fernando II de
Aragón, instaló su corte en Logroño, desde donde dirigió la conquista y
posterior destrucción de lo que quedaba de Navarra. Nunca pisaría la parte
recién invadida del reino de Navarra por miedo a un nuevo alzamiento de la
población.
Los 10.000 ingleses enviados por el rey inglés Enrique VIII habían
desembarcado en Pasaia, Gipuzkoa, pues la orden era hacer uno con las tropas
castellanas y emprender la batalla contra los franceses que ocupaban Baiona.
Al darse cuenta los ingleses que el rey aragonés los estaba utilizando para
mantener ocupados a los franceses mientras invadía Navarra, levaron anclas, no
sin antes cometer numerosos saqueos en San Sebastián, Irun, Hondarribia,
Renteria, Hernani y Oiartzun.
Enrique de Inglaterra, consciente del engaño de Fernando, reconoció en una
carta enviada al Habsburgo Maximiliano I, emperador del Sacro Imperio Romano:
“gracias a mi auxilio conquistó el rey de España el reino de Navarra”.
El Duque de Alba sitió Pamplona con 15.000 soldados. Con el duque español
iban 2.500 jinetes, 12.000 infantes, 1.500 lanzas y 20 piezas de artillería que
habían estado concentrados en Vitoria-Gasteiz, villa fundada tres siglos antes
por Sancho VI el Sabio de Navarra.
Navarra contaba en ese momento con una población aproximada de 100.000
personas y su capital, desprovista de murallas, de entre 6.000 y 10.000
habitantes. Las Cortes de Navarra “hicieron el llamado a los apellidos”,
convocando a 300 caballeros y 4.000 soldados para defenderse de la invasión. Las
fuerzas invasoras eran muy superiores a las defensoras. El pueblo navarro apoyó
unánimemente a sus reyes naturales, tal y como lo recogen las Actas de las
Cortes de Navarra de 1511 y 1512.
El rey de Nabarra Juan III de Albret o Labrit tuvo que huir ante la
superioridad del ejército imperial español a pesar de los numerosos
levantamientos en toda la Navarra libre a su favor (Estella, Tudela, Monjardín,
valles pirenaicos etc.).
En esta lucha de David contra Goliat, varias fueron las intentonas de
reconquista con escaso éxito. En 1512 la resistencia. En 1516 una primera
tentativa, de limitado fruto, y de nuevo en 1521 el postrer conato de
reconquista.
El juramento de fidelidad fue norma obligada desde Fernando Trastámara. Se
obligó a jurar con coacciones para poder residir en Navarra, conservar los
bienes y la hacienda en su tierra, y mantener los puestos y oficios. En la
multitud de documentos a consultar se comprueba que, quienes optaron por la
resistencia, no se citan como navarros: fueron infieles, excomulgados,
cismáticos, amigos de los franceses, venidos con ellos, incursos en crimen de
lesa majestad, desobedientes, rebeldes, etc.
Es decir que para ser tratado
como navarro, había que haber jurado lealtad y obediencia al rey “natural”, el
católico o luego a su nieto, el César. Fue la forma de eliminar resistentes de
su posición social, doblegando voluntades mediante la coacción de exigir el
juramento. Un acto elevado a necesidad para ejercer oficios y poder disponer de
los bienes y hacienda sin el temor de que pudieran ser confiscados.
Se desconoce el número de los ajusticiados en cada momento de las
represiones, paralelas a los intentos de recuperación de la libertad del reino y
los que en consecuencia de la persecución, hubieron de elegir el exilio. Caído
el castillo de Amaiur, aún combatía el párroco de Almandoz en guerrilla,
frenando los suministros a las tropas establecidas el año 1524.
Familias enteras no volvieron a Navarra. Algunos perdones se otorgaron previo
reconocimiento personal de culpa de los perdonados, aceptando las condiciones de
obediencia.
Tratamos de mantener el recuerdo de quienes lucharon a favor de la liberación
de Navarra, ya que su memoria ha sido olvidada, y es de justicia recuperarla del
olvido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario